Ante mis ojos
Kimberly Márquez

 

 

——–Mis ojos quedan al descubierto del tapabocas y el gorro que cubre mi cabello y las lágrimas, queriendo contenerse, no dejan de deslizarse por mi rostro. Llevo ocho horas seguidas corriendo entre las habitaciones de esta pequeña clínica para atender las llamadas de emergencia. El pánico ha invadido las calles de este pequeño pueblo. El coronel entró esta mañana en la sala con un rostro deteriorado y una tos desesperanzadora. «Hazme el berraco examen», dijo mientras su colega lo tomaba del brazo antes de caer. Después de un largo tiempo de primeros auxilios, ante mis ojos ya no era un asesino sino un simple humano. Quise salvarle la vida, pero tal vez fue tiempo de pagar por sus pecados.

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