Poesía
Lorena Vides Galiano*
——–Otro día más. Las luces, siempre cálidas, hacían ver su silueta más delicada y relajaban su cuerpo inmóvil. Ya no recordaba cuántos siglos llevaba en tal posición, tampoco cuántas miradas conmovidas, y otras tantas morbosas, han sucumbido ante ella. Todos los días cientos de personas la visitan, leen su descripción —unas fechas efímeras—, se quedan unos segundos esperando alguna iluminación y se esfuman, siempre desaparecen. Algunos intelectuales se quedan un poco más de tiempo para honrar o aparentar su cultura artística, comentan que «antes solo fertigyn hp 5000 por sun pharma en espana hcg hacían poesía» y se van orgullosos al pregonar su sabiduría. Ella, cuando los escucha, suelta una pequeña risa burlona.
——–Todos, inspirados por estar en tal lugar sagrado, sentían florecer su interior cuando pasaban junto a ella; absorbían un poco de su esencia para hacer arte, despojándola de su espíritu. Ella se desmoronaba; nadie le entregaba un poco de alma. Ningún individuo, jamás, quiso dialogar con su condición; solo buscaban su destrucción. Ni siquiera por piedad se dignaban a mirar su nombre, conocer a su triste creador o preguntarse por su forma. Hablar, eso necesitaba; no ser una exhibición más, que sus visitantes también se convirtieran en sus escultores para llenarla de un arte que perdió, traerla al presente, no verla como una extraña pieza histórica postrada para la eternidad en una roca; sino un ser en movimiento, vivo, existente, con capacidades de transformar una realidad.
——–Ese día, por su vitalidad completamente empobrecida, los trabajadores decidieron donarla; sus exquisitos visitantes la habían olvidado; no era suficiente, no era inspiradora. Su vida se fue resquebrando con cada traslado; los intelectuales, siendo terrenales, rechazaban su existencia porque no podían permitirse otra pérdida más. Maldijo esas miradas curiosas e inservibles, maldijo su inmortalidad; si solo hubiera sido aclamada por críticos mediocres, estaría siendo alabada solo por existir.
——–Poesía1 terminó en una ciudad decadente, donde sus habitantes nunca quisieron conocerla; ella sigue postrada en su piedra sagrada, en la misma posición. Sentada, levemente inclinada hacia la izquierda, con los codos a la altura de la cabeza; infinitamente sensual. Sus evidentes grietas son producto de un caos interior, un duelo inacabable y unos gritos ensordecedores. Una escultura convertida en humo, quemada por sus adoradores, torturada por su belleza; cumpliendo una eterna condena por ser arte. Solo espera alguna preciosa esencia que llene su despojada alma de vida, otra vez.
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1. «La Poesía» o «Monumento a Silva» (1917) del escultor colombiano
Marco Tobón Mejía, exhibida en el Museo Nacional en Bogotá.
*(Bogotá, Colombia)
Inspirada por los exquisitos boleros y la brisa del mar, se deja llevar por la tinta.
Busca constantemente alguna identidad que,ojalá, haga arte.
Envuelta en un mundo de artistas, los libros se volvieron sus sirenas.
Amante de la edición.
Estudiante de Estudios Literarios
Universidad Autónoma de Colombia.
lorenavidesgaliano@gmail.com