Chandoso
Diego Aguilar*

 

 

——–Los ojos de mi vida estaban inquietos. Sus grandes pupilas me miraban oscura e infantilmente, pero no me gustaba verme reflejado en ellos, sino que me fijaba a dónde observaban.

——–A sus pies había un bulto sobre el suelo, estaba roído, mugroso y desechable.

——–—No lo mires.

——–Me miraba con recelo, pero yo huía de sus ojos.

——–Me interesaba esa pila de trapos, saber si reaccionaría, si todavía tendría un poco de dignidad, al menos escondida.

——–Me pellizcó rudamente para que dejara de chismosear.

——–—¿Quieres que nos muerda?

——–Me puse a sus pies, a su misma altura. Sus pestañas eran tan delicadas como inexistentes, humedecidas por la violencia del olvido.

——–—Te va a matar.

——–Sacudí esa pila tiernamente, como se le hace a un convaleciente.

——–Fruncía el ceño.

——–Temblaba de tedio y dolor.

——–Gemía.

——–—Me voy.

——–Desde aquí abajo, veía en los negros ojos de mi vida a otra cobarde sombra alejándose, intentando matarnos, intentando ignorarnos.

 

 

*(Bogotá, Colombia)
Lector y estudiante de Literatura en la Universidad Javeriana.
Esta es su primera publicación.

Deja un comentario