——–Me gusta ver por la ventana del bus cómo se deforma la realidad con la velocidad, me gusta ver cómo se estira este sueño irreal y se desdibuja el sentido de pertenecer a algún lugar. Se vuelve borrosa aquella intención de llegar a un sitio de explotación, perturbación y deshumanización moderna que solo tiene como meta despojarme de aquellas ganas de seguir existiendo. ¿Es justo eso?, te pregunto. ¿Cómo ato aquellos sentimientos de pertenencia a mi vida?, ¿cómo logro articular mi respiración con mi caminar en mi proyecto de vida, aquel que se escapa por la ventana de este bus?
——–Son las 6:30 de la mañana, es lunes y debo decir que no dormí muy bien, no me veo nada presentable. Llevo un jean holgado, una camisa mal puesta y arrugada, no me peiné y parece que me hubiera arrastrado por este bus por la cara que tengo. ¿Será el reflejo de lo que soy? Este bus está a punto de explotar de gente, hay olores y calores corporales que me hacen sentir incómodo y me pregunto: ¿Así se siente el infierno? Comienzo a pensar que sí y el estar rodeado de tanta gente hasta el punto de no poderme mover es mi castigo. Huelo otros cuerpos sudados. Sentir el miedo de que en cualquier momento me quitarán la maleta y la esperanza rota de que esto en algún momento llegará a mi lugar de trabajo, es el momento de más desespero. Siento cómo me rodean esos cuerpos sucios; siento cómo me tocan cuando frenan; siento sus manos en mi espalda, mis piernas, en todo mi cuerpo y no encuentro un lugar cómodo dentro y fuera de este bus. Es una pesadilla, me repito, es una pesadilla y en cualquier momento despertaré y no estaré acá; quiero tirarme por esa venta, ser parte de este paisaje desdibujado e irreal, ser el adorno carmesí del suelo, una obra abstracta que solo entiendes cuando ya no está.
——–Son un poco más de las siete de la mañana, todavía falta tiempo para llegar a mi destino, por lo menos ya está un poco más vació este bus, me puedo mover, puedo acomodar mi cuerpo de otra manera. Me paso a la parte frente a la puerta de este vehículo, me siento más cómodo acá y tengo mejor vista a las afueras. Pasan árboles, carros y gente. Imágenes borrosas de estatuas mal formadas, de fantasmas en penumbra. La comodidad dura poco, se sube un hombre y me quita mi lugar preciado, queda en frente de mí, pero yo soy un poco más alto. Trato de no sentir su respiración, trato de no mirarlo a los ojos, me incomoda estar más acá que donde estaba, no me puedo mover, no puedo cambiar de infiernos en este momento.
——–Siento una mano en mi entrepierna, no es mía. Me siento más incómodo y ese hombre me mira fijamente, trato de moverme, pero no puedo. Siento miedo. ¿Cómo puedo describir esta sensación? Mi cuerpo no responde y me siento invadido, me siento como esta barra de la que me sujeto, me siento manoseado, sucio y como un objeto que simplemente está para agarrar. Veo de reojo su sonrisa de morbo, veo cómo lo disfruta, disfruta de mi miedo y del aliento que no me sale. No me sale nada, mi cuerpo esta pausado en el tiempo y en este espacio. No logro sujetar su mano, solo dejo que me siga tocando; solo dejo a su mano tomar un ritmo desprestigiado; solo dejo que su palpar sea el terror real de esta escena obscena que me carcome el alma, ¿por qué no moverme?, ¿por qué no alzar la voz contra este usurpador?, ¿qué tiene su mirada que impide que mi cuerpo lo detenga?
——– Se ve cómo lo disfruta, saborea su lengua mientras no se separa de mí, siento cómo lo sujeta con fuerza mientras me retuerzo en los adentros; comienzo a sentir su suciedad, su respiración acelerada mientras yo quiero saltar de este bus y borrar aquellas acciones pútridas de su mano en mi cuerpo, borrarlas de mi cuerpo y de mi mente. No puedo reaccionar, me paralizo, me entumezco y soy un papel blanco que él puede tocar, él y cualquier otra persona.
——–Me dejé en ese bus, me dejé en sus sórdidas manos, en su mirada y su torcida sonrisa. No paró en un largo tiempo y no reaccioné en ningún momento, me quedé ahí, en silencio sintiendo cómo mi cuerpo se desmoronaba, cómo mi realidad parecía más el pecado de alguien más. Me quedé en ese mismo lugar por un rato más. El hombre ya no estaba y creo que yo tampoco, de pronto me dejé en la esquina que pasé, en el semáforo o tal vez, solo tal vez, nunca me subí.
——–Me gusta ver por la ventana del bus cómo se deforma la realidad con la velocidad, me gusta ver cómo se estira este sueño irreal y se desdibuja el sentido de pertenecer a este cuerpo destrozado.