——–Este mi-cuerpo es lo que toco, nombro, evoco e invoco. Lo que siento, deseo, experimento e imagino al tocarme con las manos. Unas manos que digo mías porque las veo, pero ellas —las manos— nada saben de sí, salvo aquello que perciben: forma, temperatura y textura. Su realidad —ilusamente abarcable— es una fugaz sensación que ni disciernen ni comprenden: «No existe nombre para designar el sentimiento que tenemos de una substancia de nuestra presencia, de nuestras acciones y afecciones, no solamente actuales, sino en estado inminente, o diferido…» (Feher, 1991, pp. 398-399).
——–El cuerpo es, en lo inmediato, materia; y como tal se trata de una masa que se pliega, se mueve, emite sonidos, se repite en actos y retorna a un estado de reposo donde se recupera. Pero el cuerpo no es solo un amasijo de miembros expuestos o dispuestos al azar y al caos de sus propias funciones. Lo que denominamos «cuerpo» no se limita a lo que reconocemos de él mediante la piel que nos envuelve y contiene. Ni mucho menos se reduce a la carne que, como receptáculo, recibe información sensorial que experimentamos del exterior y desde sus propias funciones corporales homeostáticas, estímulos y mecanismos de regulación.
——–Lo que denominamos «cuerpo» no es en relación con lo que nombramos en él —en nosotros mismos—, sino de él.El cuerpo se siente,no se piensa en sí mismo; el que piensa es el sujeto, ese Yo que suponemos ser. «[…] El hombre es un cuerpo, lo mismo que puede decirse de cualquier otro organismo animal; por otra parte, tiene un cuerpo, o sea, se experimenta a sí mismo como entidad que no es idéntica a su cuerpo, sino que, por el contrario, tiene un cuerpo a su disposición»(Berger, 1979, p. 71).
——–La realidad que vive el cuerpo es sentiente y, por definición, indisponible, inobjetivable e irrepresentable. Hablar de nuestro cuerpo conlleva un ejercicio oblicuo y tangencial con el que intentamos aprehender, en apariencia, lo que suponemos ser. Quimera, ilusión y patraña que el lenguaje nos dice y la imagen propicia: «¡Ay, qué larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros, / esta cárcel, estos hierros / en que el alma está metida!» (Teresa de Jesús, dixit, s. f.).
——–Del cuerpo solo podemos tener referencias a través de los semblantes que reconocemos de manera indirecta en la imagen que el espejo nos restituye. Y también, por la mirada del otro, esa otra mirada que impertinente despierta el deseo y la sangre en el límite al que soy expuesto como sujeto y alteridad. El cuerpo es tangible porque siente y es intencional¹ en tanto que va volcado al mundo sensorial; y cuando se presenta en el mundo —el cuerpo—, se retraeal pensamiento. Su naturaleza prediscursiva es esencialmente heterogénea, fluida y múltiple. Suyo es el «principio de placer» por lo que deviene explosivo, espontáneo y subversivo. La característica de lo sentiente es su transitoriedad, lo que permanece es alguna imagen sobrepuestade lo que sentimos: la presentación del cuerpo es manifestación de sí en tanto reflejo, glosa y réplica —efigie del flujo de lo sentiente—.
——–Ver es poseer, convertir en piedra lo condenado a la finitud, por ello pedimos a la Gorgona: «Danos hoy el cuerpo nuestro de cada día», frente al espejo y en su reflejo el acto mismo de la encarnación —como representación—. Y en este acto nos figuramos y cedemos a la ficción de una convención suspendida entre representaciones y alianzas que ajustan o desajustan cada cuerpo, según decurso de la realidad simbólica que nos atraviesa: «Mi piel sentiente, en la que se agolpa y retrae a la vez mi cuerpo, es a la vez enfoque y apertura (siempre de lo Otro, no de mí mismo; indisponible, material), es intención coincidente con su dinamismo enlace al instante con un mundo del que, ya de siempre, como en un pretérito perfecto, mi cuerpo se ha destacado» (Duque, 2002, p. 117).
El lenguaje como cuerpo
——–A través del lenguaje —siguiendo a Lacan— se diferencia lo que es el organismo, que es el ser viviente y el cuerpo como imagen. Este último no está dado desde el comienzo: se nace «ser viviente»; luego, mediante el lenguaje se construye un cuerpo, una imagen de cuerpo, que en tanto unidad simbólica y lingüística organiza al cuerpo como sujeto. La imagen que recibe desde el espejo le otorga al sujeto una ilusión de unidad física, misma que considera como una realidad en sí, por lo que es el significante el que introduce el discurso en el organismo que hace uno. El lenguaje se corresponde con lo simbólico, y lo simbólico es un sistema de relaciones internas —un cuerpo incorporal— que al incorporarse al sujeto le da un cuerpo.
——–Y si bien, por un lado el lenguaje enuncia, describe, señala y reconoce, también nos determina y condiciona, dando atribuciones y funciones al cuerpo. El lenguaje no se reduce a la simple acotación de los significados que nos aporta, nada es neutro en el lenguaje; según los atributos dados al significante, el sujeto va a incorporar a su identidad un lugar diferenciado con una dirección y un orden específico.
——–El efecto del lenguaje es la causa introducida en el sujeto: sin el significante no habría sujeto en lo real. De hecho, es necesario ver en el inconsciente los efectos del lenguaje sobre el sujeto, ya que es propiamente el lenguaje el que determina al sujeto como «sujeto»:
——–[…] Vivimos subordinados a prácticas de poder discursivas —discurso, en tanto conjunto de afirmaciones, siempre en contradicción, siempre en alianza, que estructuran nuestra percepción y nuestros modos de actuar y entender el mundo— y a prácticas materiales. Ambas prácticas se encargan de la producción de nuestras subjetividades, mediante una serie de dispositivos institucionales como son la familia, la medicina, la ciencia, el sistema jurídico, que configuran una idea de sujeto, una idea pretendidamente coherente, estable y universal (Vidiella, 2007).
——–Si el sujeto viene causado-generado por el lenguaje, entonces es el orden del pensamiento el que crea al sujeto. Cuando el cuerpo es troquelado por conceptos dispares dentro del orden simbólico a seguir, sufre una imposición —como pacto— entre la realidad sentiente y la realidad concreta que se resuelve mediante lasimulación: si el cuerpo se rebela al orden impuesto y no resuelve —se resuelve a sí mismo—, sus energías se invierten ocasionando en la imposibilidad de asimilación la inversión de las fuerzas y movimientos energéticos del propio cuerpo (neurosis, psicosis): «La importancia de Lacan estriba en que ha mostrado, mediante el discurso del enfermo y los síntomas de su neurosis, cómo son las estructuras, el sistema mismo del lenguaje —y no el sujeto— quienes hablan…» (Foucault, 1985, p. 33).
——–El lenguaje consigna el mundo y la experiencia que desarrolla el cuerpo acotando la experiencia, la relación con las cosas y las reacciones que este propicia en su sensibilidad introyectando conductas determinadas como margen de control y de ajuste social:«El cuerpo y el “alma” están atravesados por las tecnologías disciplinarias y al mismo tiempo son focos de resistencia. […] Uno de los primeros efectos del poder es justamente todo aquello que hace del cuerpo, los gestos, los discursos y los deseos sean identificados e interpretados como signos identitarios. El poder no reprime sino que produce» (Oliva, 2005, p. 36).
——–El lenguaje en tanto nomenclatura nos da razón del cuerpo y de su interrelación con el mundo. A través de este desplegamos un campo simbólico que asume una dimensión normativa donde se establecen las demandas, los tabúes, las sanciones, los mandatos, las prohibiciones, las idealizaciones y las imposiciones sobre lo que puede o no ser el cuerpo en un claro ejercicio biopolítico sobre su sexuación y culturación. Dentro de lo «viable» según los parámetros de representación hegemónica, se efectúan clasificaciones arbitrarias y reduccionistas sobre cada cuerpo con carácter de reales y normales como consecuencia de la costumbre o naturalización de su uso: «Cuanto más se dé por establecido el comportamiento en el plano del significado, tanto más se reducirán las alternativas posibles a los “programas” institucionales y tanto más previsible y controlado será el comportamiento» (Berger y Luckman, 1979, p. 85).
El cuerpo y sus identidades
——–A partir de las teorías de Michel Foucault comprendemos cómo los mecanismos de poder —mecanismos no solo opresores, sino productivos en tanto que conforman identidades— operan de un modo retroactivo en nuestros cuerpos mediante regímenes de verdad y tecnologías del Yo, generando una idea de estabilidad en torno a la identidad de los sujetos. Esta idea —comenta Judith Butler— es una consecuencia del poder que se ejerce mediante el proceso iterativo de las normas que vuelven invisibles las convenciones y los contextos de producción acabando por naturalizarse y esencializarse: «[…] Precisamente la autoridad se constituye haciendo retroceder infinitamente su origen hasta un pasado irrecuperable. […] La referencia a una base que nunca se recobra llega a constituir el fundamento sin fundamento de la autoridad»(Butler, 2005, p. 85). El sistema médico, por ejemplo, se toma la libertad y la autoridad de determinar lo que deben ser los cuerpos:
——–Cuando el médico dice aquello de «ha tenido usted un niño o una niña», está exagerando mucho. Lo que la madre ha tenido es una criatura de la especie humana de un sexo determinado. Los hombres y mujeres, los niños y las niñas se fabrican. Todo un poderosísimo conjunto de acciones y omisiones, de consignas y de órdenes, de refuerzos y disuasiones —conscientes e inconscientes, de los padres y del público en general— […] (Marqués, 1982, p. 55).
——–Pero aún más cuando nacen cuerpos con hiperplasia suprarrenal congénita, supeditan a estos al paradigma del que depende la verdad del médico en turno: «Los cirujanos eliminan partes y emplean plásticos para crear genitales “apropiados” para la gente nacida con partes corporales no fácilmente identificables como masculinas o femeninas. Los médicos creen que su pericia les permite “escuchar” lo que les dice la naturaleza sobre el sexo verdadero que deberían tener estos pacientes» (Fausto-Sterling, 2006, p. 45). La visión dominante al respecto determina lo que es un cuerpo dentro de un engranaje binario, que homogeniza a los sujetos confiriendo contenido, definición y mismidad, legitimando con ello el marco hegemónico y patriarcal que impone lo uno (masculino, blanco y heterosexual), a su diferencia femenina —e identidades no normativas— lo cero, como cuerpos derivados y capitidisminuidos.
El cuerpo performativo
——–Las personas «estamos clasificadas conforme una matriz cultural expresada en el lenguaje: lo que socialmente somos y no somos depende de los parámetros con que se nos piensa» (Chaves, 2009, p. 22). Una ficción creada por las palabras y una mentira propia del discurso. Las consignas sexistas establecidas en nuestro lenguaje no se conforman con legitimar una autoridad cuyo fundamento no existe, sino que buscan a toda costa, además de ser obedecidas, hacer que se obedezcan (Deleuze, 2006, p. 81).
——–Las prácticas de poder discursivas y materiales que estructuran nuestra percepción en torno a nuestras identidades, a pesar de las crisis en las que se encuentran inmersas en pleno siglo XXI, siguen legitimando en la división sexual el predominio de la manipulación y la explotación de unos sujetos en contra de otros. Incluso se establecen en la misma división sexual las diferencias y las desigualdades a la hora de ejercer el poder, fomentando a muy diversos niveles el binomio dominación-sumisión que inocula simultáneamente diferencias raciales, sexuales y de estratificación social: «Decir “las mujeres” es como decir “los negros”, como si dentro de la generalidad “sexo” y de la generalidad “color de la piel” no hubiera divisiones en clases, acumulación de rapiña y abuso de poder por una parte; fatiga, terror y rebeliones sofocadas, por otra» (Lussu, 1979, p. 53).
——–A partir de 1972 los sexólogos John Money y Anke Ehrhardt aclaran que la noción de sexo corresponde al terreno biológico y el género habría de entenderse como una categoría cultural: «El sexo, argumentaron, se refiere a los atributos físicos y viene determinado por la anatomía y la fisiología, mientras que el género es una trasformación psicológica del Yo, la convicción interna de que uno es macho o hembra (identidad de género) y las expresiones conductuales de dicha convicción»(Fausto-Sterling, 2006, p. 18).
——–Las investigaciones al respecto arrojan suficiente información para reconocer que si bien la anatomía y las hormonas no definen la identidad de los cuerpos, sí nos aportan datos valiosos en donde es posible ver cómo el cuerpo material interviene y participa sin deslindarse de sus hormonas, genes, próstatas, úteros y otras fisiologías corporales, siendo el sustrato del que emergen las variedades de la experiencia y los deseos sexuales. Las variaciones en cada uno de estos aspectos de la fisiología no condicionan, pero sí afectan profundamente la experiencia individual del género y la sexualidad, por lo que la conformación identitaria que asume y construye el sujeto, más que ser una estructura, se trata de un proceso en el que son posibles múltiples variables, perfiles, probabilidades y realidades identitarias que reconocen su posibilidad y capacidad polimorfa, polivalente y polisexuada en tanto que suceden al desplazarse según el contexto y la circunstancia: «[…] Las cosas nunca son por sí mismas, sino que son en función de un contexto; es decir, más que ser, están. Eso significa que la realidad depende de las coordenadas en que se inscribe. Ni el tiempo, ni el espacio, ni las identidades son absolutos» (Guasch, 2000, p. 34).
——–El cuerpo se desplaza dentro de un entorno cultural y contextual sexuado que le posibilita una construcción de género en la que conforma su identidad de manera progresiva y posiblemente como parte de un proyecto que nunca termine por concluirse; sin embargo, requiere de afirmarse mediante la repetición de prácticas que le posibiliten referentes de su posición sexuada, mediante el «rol de género» y la «identidad de género»: «[…] La identidad de género es la experiencia privada del rol de género, y el rol de género es la experiencia pública de la identidad de género» (Fausto-Sterling, 2006, p. 304).
——–Nuestra conformación biológica y configuración de género se interrelacionan en un continuum que no llega a contraponerse en ningún momento entre el interior y el exterior por lo que no existe ninguna ruptura ni ningún campo separado el uno del otro. Nuestra experiencia identitaria se convierte en un proceso de corte orgánico irredimiblemente social y procesal.
——–La sociabilidad y el significado que claramente se originan fuera del cuerpo acaban incorporándose a su fisiología y a sus comportamientos tanto conscientes como inconscientes, una se conduce hacia la otra y viceversa. El cuerpo de los sujetos al margen de lo binario tiende a desplegar, para afirmarse, una serie de tácticas representativas y reivindicativas donde la conformación identitaria en tanto procesos vivos —performativos— se apropian de contenidos ideológicos, significados y códigos heredados culturalmente, enriqueciendo con su contribución un terreno simbólico cuya dimensión resulta fundamental para la comprensión del cuerpo femenino-femenino, femenino-masculino, masculino-masculino, masculino-femenino e intersexual, como cuerpos vividos para un mejor entendimiento entre los diversos cuerpos insertos en la trama social.
______________ ¹«Intencional» en razón de que el cuerpo «no está» arrojado en el mundo, sino que «abre» y «tamiza» lo que en él sucede: establece contacto y recaba informaciones. La «intencionalidad» del cuerpo genera puentes entre la consciencia y el mundo: la consciencia siempre es conciencia de…
Referencias:
BERGEL, P. L. y Thomas Luckmann (1979). La construcción social de la realidad. Buenos Aires. Amorrortu editores.
BUTLER, J. (2005). Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo». Buenos Aires. Paidós.
CHAVES, N. (2009). La homosexualidad imaginada: Vigencia y ocaso de un tabú. Madrid. Maia.
DELEUZE, G. y Guattari, F. (2006). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia. Pre-Textos.
DUQUE, F. (2002). La fresca ruina de la tierra (Del arte y sus desechos). Palma de Mallorca. Calima.
FAUSTO-STERLING, A. (2006). Cuerpos sexuados: La política de género y la construcción de la sexualidad. Barcelona. Melusina.
FEHER, M (1991). Fragmentos para una Historia del cuerpo humano. Paul Valéry: «Reflexiones simples sobre el cuerpo». II tomo. Madrid. Taurus.
FOUCAULT, M. (1985). Saber y verdad. Madrid. La Piqueta.
GUASCH, Ó. (2000). La crisis de la heterosexualidad. Barcelona. Laertes.
LUSSU, J. (1979). Padre, Patrón, Padreterno: Breve historia de esclavas y matronas, villanas y castellanas, brujas y mercaderas, proletarias y patronas. Barcelona. Anagrama.
MARQUÉS, J. V. (1982). No es natural: Para una sociología de la vida cotidiana. Barcelona. Anagrama.
OLIVA, J. M. (2005). El desaliento del guerrero: Representaciones de la masculinidad en el arte de las décadas de los 80 y 90. Murcia. Cendeac.
*(Bilbao, España) Publicaciones: revista Claudia y revista Ángulos, Ciudad de México. Coautor de Yol-Izma: La danzarina de las leyendas, México, Escenología, A. C. 1997. Título propio como Ejecutante en Danza Contemporánea, Escuela Nacional de Danza Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes, Ciudad de México. Licenciado en Artes Visuales (Bellas Artes), Escuela Nacional de Artes Plásticas, Universidad Nacional Autónoma de México. Doctorando en Investigación y Creación en Arte, Universidad del País Vasco, Campus de Bizkaia.