La grieta en blanco
Daniela Alejandra Galeano Camacho*

——–Hay una grieta en algún lugar de mi habitación. Una gigantesca grieta con subdivisiones que se asemejan a las ramas de un árbol, como aquellos que deben estar quedándose sin hojas por estos días en algún lugar de la Tierra que tenga estaciones; si es que aún existe un mundo fuera de estas cuatro paredes. Las pícaras ramas de la grieta crecen con los días, bailan, se alargan, se ensanchan, se coquetean unas con otras y se entrelazan en momentos íntimos hasta fusionarse y convertirse en una ampliación de la grieta principal.

——–Esta atrayente metamorfosis en mi pared, en mi techo, en mi puerta o en algún lugar, esta transformación en suceso es para mí un escape de la realidad atrapada en mi habitación. La grieta es un pasaje secreto a un mundo de ensueño, una locura solitaria y un devenir de las memorias de aquellos tiempos cuando no estaba obligada a lidiar conmigo misma cada día; prefiero lidiar con la grieta que con mi reflejo.

——–Soy narradora de corazón, desde el alma hasta los huesos, y parece que mi compañera grieta supiera eso. Durante el encierro las alas de mi creatividad se han extendido gracias a la grieta, de ella salen las historias más maravillosas, me vienen a visitar mis amigos imaginarios del pasado, salen preguntas, ideas, salen libros, canciones, bailes, fantasmas, caminos para recorrer y mundos por inventar. Hoy se me ocurrió abrirle una ventana más grande a la grieta en mis palabras y atreverme a pintar un paisaje, un panorama semicompleto de las muchas cosas que encuentro cuando me asomo a la grieta en mi habitación.

Comencemos este mapa a la derecha, en aquel lugar donde

las

ramas

escurren

palabras.

——–Al otro lado encontramos aquel lugar de la grieta donde residen los profundos pensamientos de medianoche que se cuelan entre los insomnios de formas variadas para evitar que pegue un ojo aunque el sueño me acaricie a ratos mientras exploro el mundo sin necesidad de puntos ni espacios que limiten los largos y cortos pensamientos ensañados en hacerme sentir culpable o convertirme en un confuso mar de palabras de aquel alter ego masoquista que no deja de pensar en pasados que ya no puede cambiar pero que torturan hasta que la última gota de aliento de este párrafo se encuentre con el cataclismo de un punto que me deje respirar. ¡Qué noches aquellas en las que me encuentro en este lugar de mi grieta!

——–Y si bajamos un poco comenzamos a escuchar, en el aislado viento de la grieta, el sonido de aquellas canciones que no puedo sacar de mi cabeza. Suena el comercial que aparece en los canales nacionales cada vez menos, ese de café Águila Roja. El sonsonete a toda hora. Himnos. Café. Colombia. Me recuerda la radio. Pueblo. Olores. Más café y tierra patria. O suena esa otra canción del comercial de Coca-Cola, aquel que salió hace dos años con What a Wonderful World de fondo. Cantan y pasan colores. Sabores y recuerdos. Botellas al cielo. Añoranzas navideñas. Rojo. Negro. Blanco. Melodías de recuerdo crean una paz extraña.

——–Si subimos por entre la grieta encontramos a mis amigos imaginarios. Paco está caminando. Mari y Luci están jugando a las muñecas. Sofi habla de lo que quiere ser cuando grande. Gabriela llena las hojas de corazones de colores. Me recuerdan mi infancia. Son simples. Son libres. ¿Hacen preguntas? Ríen mucho. Ponen solo puntos. No saben usar comas. Son párrafos cortos.

——–En los lares de la grieta que inspiran nuevas creaciones la vida está enlistada.
Una grieta en mi pared.
Un loco.
Plaga de ratas.
Guillermo Cano.
9/11.
Signos ortotipográficos.
Ideas sueltas que esperan ser convertidas en largas y cortas palabras, casi siempre largas.

——–Son estos paisajes, aunque hay muchos más, los que llenan la grieta en mi habitación. La soledad se vuelve creatividad cuando la grieta me habla y me recuerda lo que me falta por hacer, lo que he pasado y me distrae de lo que pasa en realidad. Encerrada en mis cuatro paredes he aprendido a escuchar a aquella grieta que me hace más sola, pero más libre; más melancólica, pero más sensible; más distraída, pero más creativa. La grieta en mi habitación me grita mis miedos, me recuerda lo que soy, evita que me mire de frente, pero me incita a pensar en mi soledad.

——–Hay una grieta en algún lugar de mi habitación. Una gigantesca grieta que crece más y más conforme se alargan los cuarenta eternos días sin salida. Esa grieta tiene alas y tentáculos como un pulpo, me amarra y me devora cada día haciéndome sentir a veces llena y otras veces vacía. Muchas veces me quedo mirándola y me pregunto si es real o si es una invención de mis sentidos, un nudo en mi estómago, el resultado de la ansiedad, el miedo o la incertidumbre de estos tiempos; entonces me doy cuenta de que tal vez la grieta no está en mi pared, ni en mi techo, ni en mi puerta… está en el papel en blanco, en ese enigmático espacio de escritura que cada día de encierro me atrevo a intentar resolver.

*(Chía, Colombia)
Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central.
Se desempeña como escritora y correctora.
Participó y ganó varios concursos literarios escolares,
publicó en antologías de la misma índole
y participó en congresos de literatura.

Se graduó en 2019 y obtuvo la mejor calificación de la institución
en el programa Diploma del Bachillerato Internacional.

Ocupó el segundo puesto en el VIII Concurso Nacional de Cuento para Bachilleres
de la Universidad Central e hizo parte en 2020 de la segunda publicación
de Poéticas del encierro creativo de la misma institución.
Es cofundadora de un proyecto de podcast sobre literatura, arte y creación,
titulado Léxeia, palabras en griego.

@lexeiapalabras
@itswillowone.
dagaleanoc@gmail.com

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